Hay días que amenazan con llover. A mí me gustan, he aprendido a disfrutar de un cielo de nubes inconexas. Si está despejado demasiado tiempo, se me olvida mirarlo. Ayer fue uno de ellos, era además un día de despedida. Pasee hasta el mar. Me llevé mi cámara. Nos unía ese amor nuestro por la fotografía. Y la buena conversación. La última:«Nunca has estado quieta, no has hecho más que moverte». Me senté en el pequeño puerto de Mera, la brisa me llenaba los pulmones. Mi corazón es marinero, lo es a fuerza de vivir siempre en tierra desacostumbrada. Estoy mejor cerca del agua. «Hubo un tiempo», le dije, en que era así, estaba preparada para irme, para llegar, regresar en cualquier momento, no volver o definitivamente marcharme. Hubo un tiempo en el que la maleta no se iba nunca al altillo porque estaba por hacer o bien por deshacer. No me hacía falta mucho, algo de ropa, un poco de dinero y un buen libro siempre. Te lo dije o fuiste tú, respiro profundo: que la vida es un ratito, que en cualquier sitio estamos de paso, aunque tú siempre estuviste arraigado al mismo. Eras de la tierra soñando el mar, yo del mar avistando la isla. Bajo el mismo cielo al que tú te has ido. Demasiado pronto, mi querido primo.
foto by Silvia Salgado
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