Vulnerable

He pensado mucho en cómo volver a esta bitácora. Es como querer regresar a casa después de un largo viaje. Tanto tiempo he descuidado mi jardín de tulipanes que apenas sé si sabré llegar como lo hacía antes. Antes de todo, supongo, porque el todo va siempre delante. Atrás es nada. Mentira.

Hace unas semanas fui en sábado a una exposición organizada por la Fundación Barrié en mi ciudad, A Coruña, me arrastró el título: Humanos, más humanos. Todavía puedes ir a verla, es una cuidada selección de no más de 13 obras de arte contemporáneo de artistas nacionales e internacionales. Os contaré que me quedé profundamente impactada con el trabajo de Miquel Barceló y esa animalidad del hombre, violento, crispado, rojo, en su lienzo Mapa de Carne.  Os cuento esto porque me interesó la connotación de la exposición:

El ser humano es frágil, por eso sufre y siente. Es vulnerable, por eso también piensa y lucha.

Después he llevado conmigo esa reflexión en mis paseos diarios al faro. Por las mañanas voy al faro. Cada día el mismo camino ascendente, pareciera que cumplo una promesa. Al faro. ¿Soledad? ¿Locura? Nada de eso. Esperanza. Quisiera escribir como un farero en su bitácora, que parezca como “si todos los días fueran iguales, tormentas más, tormentas menos”.

Está llegando a su fin un año personal de fuertes vendavales, me salva querer dejar registrada la emoción que causaron esos momentos, los paisajes que me atravesaron, el faro que me salvó de un naufragio posible. La luz podría encontrarse en todo eso que me fascina, la fotografía, por ejemplo. Ahora noviembre empieza a volverse frío, pero la luz está bonita, la siento como una caricia en el rostro.

Eso tengo que volver a contarlo.

Estoy leyendo Arboleda, de Esther Kinsky (Editorial Periférica). Abre con una cita de Pier Paolo Pasolini. He pasado horas en ella, en la cita: I plans un mond muàrt. Ma i no soj muàrt jo ch’i lu plans.

Lloro un mundo muerto. Pero yo, que lloro, no estoy muerto.

Humanos. Más humanos.

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