Madres corrientes e imperfectas

Todavía no he logrado que ordenen su cuarto sin orden directa. No le temo a la adolescencia que llama a mi puerta, creo que va a ser fascinante. Dudo mucho y pido perdón más veces que ellas, pero las abrazo, las achucho y las beso constantemente. Todavía les leo antes de dormir. Los viernes me quedo dormida en el sofá y ahora me acuestan ellas cuando acaba la película. Comen mucho mejor que yo. No sé coser. No sé coser ni un dobladillo, tampoco un botón. Mi frase más reconocida es «lo voy a pensar», sobre todo en cuanto a tecnología se refiere. Está absolutamente prohibido irse a dormir estando enfadado con un miembro de la familia. Algunas veces pierdo la paciencia y me enfado, pero se me pasa enseguida. Me pongo a temblar si se me habla de piojos. Les recuerdo todos los días lo mucho que las quiero. Si empiezan algo, tienen que terminarlo. Siempre vamos tarde a pesar de que defiendo la puntualidad a capa y espada. Todas las noches me pregunto si lo estoy haciendo bien y a veces sé que no, pero les digo que soy una mamá imperfecta, de lo más corriente. Y eso es bueno.

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