Ya luego si eso me bajo a lo cotidiano

Ilustración Daniel Arriaga

 

 

Tres semanas corriendo. Sí señor. Soy una campeona y me requiero. Ya corro veinte minutos seguidos sin que se me queme la garganta y el corazón se me acelere, sin que me tiemblen los muslos y crea que voy a desplomarme a la vuelta de la esquina. Yeess¡!. Ya me son familiares otros runners que me encuentro y que me saludan con un movimiento de cabeza al que yo correspondo agitando mi mano. Por ejemplo, «el melenas» (desconozco su nombre). «El melenas» corre con su perro, un golden de catálogo. Cuando yo voy, ellos ya vienen de lejos y ni un síntoma de cansancio en sus facciones. Un poco fraude sí que soy y cuando los veo llegar, acelero mi trote que no se diga que me está costando un esfuerzo.El otro día salí con Wilson, bendita la hora que nos encontramos el melenas y yo porque a Wilson le pareció más divertido unirse a su carrera y dejarme colgada y ahí sí que tuve que marcarme un sprint para recogerlo y llevarlo a casa. Tengo que buscar en la red cómo enseñar a correr a tu perro contigo que seguro que encuentro algo. Luego están las tres abuelitas que, no corren, pasean cada día a la misma hora. Cuando las veo, desacelero y me quito los cascos. «Vamos guapiña, que te va a pillar la lluvia». Me encantan. Y me pilla, vamos que pilla y me siento como Cary Grant corriendo bajo la lluvia. Estoy molida.

Corro, escribo y leo. No sé en qué orden y tampoco qué desencadena qué. El Sr. A se está acostumbrando a mis visitas a su biblioteca. La tiene preciosa, como si fuera el jardín de su casa. Me temo que las novedades de la semana varían en función de sus propias lecturas y coloca los libros con estilo en las estanterías. El viernes me encontré un cartel mecanografiado y debidamente plastificado que me detuvo con estas palabras como balas: Correr detrás de la marea buscando el norte y detenerse un paso más allá del horizonte, con la esperanza intacta.
Me dejé caer en una de las viejas sillas de madera, frente al cartel, saboreando las palabras, haciéndolas mías como los jóvenes que usurpan canciones y se las quedan. El Sr. A me miró complacido, pareciera que las hubiera puesto allí para mi. Sin más, me he traído el libro que había justo bajo el cartel.
– «Cuatro hermanas», es la única novela que escribió Jetta Carleton- me dice mientras mecánicamente pasa mi tarjeta de socia por el lector de barras y añade un » ya luego me cuentas, es de mis favoritas». Y me subo al coche con la melancolía puesta ya luego si eso me bajo a lo cotidiano.

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1 Comentario

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    Fernando Luis Sabido
    agosto 10, 2015 de 10:45 am

    No te bajes, disfruta!!!!

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