Como si el Sol saliera por el Oeste

Como si, de repente, el Sol saliera por el Oeste. Como si todo fuera más despacio, también el pálpito del corazón. Un muro invisible se alza entre la casa y la calle. Fuera, la naturaleza se abre paso. Lo sé porque el Sr. Wilson me libera en un breve paseo matutino: los árboles están brotando, las margaritas se liberan en la pradera y se escucha a los pájaros cantar, fuerte, como si nos llamaran. Luego, desde mi ventana, el mar sigue hablándome, ahora calmado y transparente. Lo escucho: «Te lo dije».

Tengo miedo de no verte, tengo miedo de verte y no poder abrazarte. A veces me falta el aire. Es como si la vida hubiera puesto el freno de mano. Todo iba demasiado rápido, lo más banal era importante. Te echo de menos. No sé porque no te lo dije en su momento. Aprenderé. Aprenderemos.

Leo. Los libros me siguen salvando.

«La vida me parecía una sencilla cadena de adversidades relativamente fáciles de superar que acababan en una muerte no sé si sencilla, pero tan inevitable que no merecía la pena pensar en ella. No sabía entonces que la alegría era precisamente eso, la juventud precisamente eso y la muerte precisamente eso, y que aunque no me equivocaba esencialmente en nada, me estaba equivocando en todo».

República Luminosa, Andrés Barba

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