El sentido de un final para un breve amor eterno

Sin cita previa, acabé el año leyendo El Sentido de un final. Pasé un par de noches con Julian Barnes, ganador del premio Man Booker con este trabajo. Fue una pausa necesaria entre El intermedio que somos, que me había tenido viajando los últimos meses de 2019. Releí algunas veces este párrafo inicial:

 Vivimos en el tiempo _ nos contiene y nos moldea_, pero nunca he creído comprenderlo muy bien. Y no me refiero a las teorías sobre cómo se dobla, o que pueda existir en otro lugar en versiones paralelas. No, me refiero al tiempo ordinario, cotidiano, que los relojes de pared y de pulsera nos aseguran que transcurre regularmente: tic-tac, click-clock. ¿Hay algo más verosímil que una segunda aguja? y, sin embargo, el placer o el dolor más nimio basta para enseñarnos la maleabilidad del tiempo. Algunas emociones lo aceleran, otras lo enlentecen; de vez en cuando parece que no fluye, hasta el punto final en que desaparece de verdad y nunca vuelve. 

Desde la almohada contigua, mi compañero me pregunta: «¿De qué va?». Yo acierto o no al responderle: De Eros y Tánatos, del doble filo de la espada que tiene la vida, del amor y la muerte. De lo que recordamos, del olvido y la memoria, de la reminiscencia de un tiempo tejida a voluntad propia.

De regreso al 2020, me inicio con Breves amores eternos, un regalo espontáneo que me hago por el recuerdo de la frescura con la que Pedro Mairal abordó La uruguaya. En la portada, una cama vacía a la intemperie. Y otra vez su prosa que te deja tocada y hundida en cada  cuento, en cada relato. Allí donde la monotonía se ha instalado en el tiempo de la vida de los personajes, que buscan el fuego fuera de su lecho habitual. Otra vez Eros, otra vez Tánatos, otra vez la vida jugando. A medio camino ando ahora leyendo Serotonina, de Michelle Houellebecq, para despertarme, revolucionarme y tomar carrerilla este año. Tan polémico, tan controvertido, tan irreverente es, que leerlo es como dejarte clavar alfileres, sería más efectivo leerlo de pie. Atrás dejo las lecturas pausadas y me embarco en un viaje a Francia iniciado en Almería (esas son las ventajas del lector, todo puede suceder), una Francia violentada por la globalización, con el malestar de los olvidados por ella que no dudan en levantarse contra la autoridad. En éste, su tiempo. El tiempo que nos contiene o nos moldea.

Leemos.

Pic de Arash Asghari.

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