Cinco meses después, me siento como la protagonista de «Bajo el Sol de la Toscana», sólo que yo soy más alta y morena y ella más guapa y rubia. A mi también se me va presentando mi casa, poco a poco. Las casas no dejan de ser muros, hay que darles contenido, hay que vivirlas para llenarlas de memoria. Poco a poco van arraigando los árboles en el jardín y tengo una camelia a punto de florecer. Diane Lane aprendió polaco en Italia y yo aprendo francés en Galicia. Ya ves, una sorpresa de esas que te regala la vida. Después de casi un mes sin lluvia, los lugareños andan preocupados y a la espera de este fin de semana que se prevé frío. No sé cómo de gélido va a ser pero por si acaso me hice ayer con leña para la chimenea. ¿Sabes acaso tú, visualmente, cuánto ocupa un metro cúbico de leña?. Yo tampoco, pero no pensé que fuera tanto. Al teléfono con Xosé:
_ Me trae dos, por favor.
_ Con dos le tengo que cobrar portes.
_ Pues traiga tres o cuatro. Cuatro está bien.
Y Xosé y Nuno me inundan la cochera de pino cortado mientras van diciendo «que dónde ponemos las bicis, señora». ¡¡Ainnns¡¡. Las bicis, dice, lo que no sé es dónde voy a poner el coche y qué voy a hacer yo con tanta leña. No me estreso, las risas de mis hijas en el garaje suman a la breve historia de mi nuevo hogar. Mientras, sigo escribiendo. Todavía muchas noches, me despierto sin saber dónde estoy y qué luz intermitente es esa que se mete entre las ranuras de la persiana. Es el faro. Nos estamos conociendo.
1 Comentario
Fernando Luis Sabido Sevillano
noviembre 20, 2015 de 3:33 pmMás rubia seguro, pero más guapa… enga ya!!! 🙂