Lena Anderson ilustración |
Hasta primeros de septiembre no tendré cortinas en mi cocina, lo cual es fantástico para mi marido que parece italiano y las detesta y un suplicio para mí. Mientras no crezcan los jazmines de la cancela y mi naranjo siga pareciendo un bonsai, estoy tan expuesta como en un Gran Hermano. Mis hijas y sus amiguitos aparcan sus bicis en la puerta de casa y se sientan en el murete de mi verja donde llaman a Wilson que se muestra encantado hasta que a la fiesta se suma también Bubu, el gato del vecino. Si hace Sol, me preguntan todos si vamos a la playa, si llueve se me meten en la cocina a hacer un bizcocho. En un ratito, nos toca playa. Hoy luce un Sol espléndido, «así que todo lo demás puede esperar», me ha dicho la Sra. Concha. Los miércoles por la mañana son una bendición porque Concha llega como el agua al que tiene sed y me ayuda con esta casa que es enorme y además me habla de esta tierra. El mar parece esta mañana un espejo y al cielo le han lavado la cara de nubes. Dice Concha, cuando le cuento que la semana pasada el tiempo no me daba respiro, que me prepare para el invierno, que escucharé a las olas repicar en las rocas y una fina niebla, húmeda,pondrá mi secadora a pleno rendimiento. » Porque estas rapazas tuyas se cambian mucho de ropa», me dice con sus ojos redondos mientras yo sudo la gota gorda con la plancha.
Por cierto, oficialmente hoy me he mudado. Vamos, que no tengo cajas de cartón en planta. No, no te pienses que ya lo tengo todo organizado, es que estaba tan cansada que las he bajado al garaje y allí van a permanecer hasta que sea necesario. Mi marido dice que no vamos bien, voy comprando todo lo que no encuentro. Y no encuentro el cable tal que conecta tal cosa, la cocina está manca de utensilios y los calcetines, ni te cuento. Aunque esos se han perdido siempre de mi casa, viviera aquí o allá. Menudo misterio ¿no?.
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