Jocelyn Kao ilustración |
Esta mañana he conocido al joven Sr. A. Ha sido en la biblioteca, espacio público de los primeros que suelo visitar allá donde me traslado. El Sr. A me ha entendido muy amablemente en gallego y yo le he contestado muy amablemente en castellano.
– Discúlpeme- me ha dicho quitándose las gafas, como si ese gesto le ayudase a trasladarse de una lengua a otra.
– Por favor, continúe- le he pedido. Tengo que aprenderlo. Si hablan despacito, lo entiendo bastante bien.
La verdad es que voy con una pequeña libreta, donde las hadas y yo jugamos a anotar las palabras nuevas que aprendemos todos los días: xente, xestoria ( parece que la g se convierte en x), aparcadoiro, praia (deducimos que la r saca a las eles), estrada y cans, etc…
¡Seguro que lo aprendemos rápido!
En fin, el Sr. A, no se ha vuelto a poner las gafas, las ha dejado sobre el mostrador repleto de libros, así que no ha podido volver al gallego y hemos seguido hablando la lengua de Cervantes. Uno de nosotros, apuesto por los dos, tenía verdadera necesidad de conversación y así es como en un santiamén hemos intercambiado opiniones sobre tal o cual libro y ¡ me he enterado de que hay un fantástico club de lectura¡ que, cómo no, dirige el Sr. A. ¡ Ya estoy apuntada!. Por cierto, de esta visita matutina me traigo un buen ejemplar: » La Cena», de Herman Koch. Fecha de vuelta, próximo seis de agosto. Os lo cuento, me voy a la playa a empezarlo. La herida de mi pie se cura con el agua de mar y el alma, de paso, se refresca.
Besos a navegantes.
2 Comentarios
Fernando Luis Sabido
julio 22, 2015 de 3:40 pmMe alegro que vaya mejor.
Un beso.
Silvia
julio 23, 2015 de 3:07 pmGracias Fer, así es. Es cuestión de actitud¡